El Instituto Cervantes inaugura hoy la muestra «Quien no inventa, no vive», que celebra el centenario de Ana María Matute

Madrid, 17 de septiembre de 2024

  • La exposición invita a profundizar en la figura de la escritora a través de textos inéditos, manuscritos, cartas o fotografías, y a descubrir su faceta como dibujante y pintora 
  • Este recorrido por la vida y obra de la autora barcelonesa se abre al público hoy, 17 de septiembre

El Instituto Cervantes inaugura hoy a las 19 h una  exposición que honra la memoria de Ana María Matute (Barcelona,1925 - Barcelona, 2014), como antesala de los actos que conmemorarán el centenario de su nacimiento a lo largo de 2025, y cuando se cumplen diez años de su muerte.

Comisariada por la editora y filóloga María Paz Ortuño Ortín, el título de la muestra «Ana María Matute. Quien no inventa no vive» hace referencia a la férrea defensa de la invención de historias como valor supremo y forma de estar en el mundo que la autora y académica siempre llevó a gala. 

«Si en algún momento topan con algunas de las historias que pueblan mis libros, por favor créanselas. Créanselas porque me las he inventado». Con estas palabras cerró su discurso al recibir el Premio Cervantes en 2010. El máximo galardón de las letras en español coronó una carrera precoz en la que sus novelas conquistaron los más prestigiosos premios literarios: el Café Gijón, por Fiesta al Noroeste (1952); el Planeta, con Pequeño teatro (1954); el de la Crítica y el Nacional de Literatura, con Los hijos muertos (1958); o el Nadal, con Primera memoria (1959). Su obra Sólo un pie descalzo obtuvo además en 1984 el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, un ámbito en el que la autora ocupa un lugar preferente. 

En las décadas de los cincuenta y sesenta fue, pues, la escritora más célebre de su tiempo, y sus obras han sido traducidas a numerosos idiomas. Su excepcional sensibilidad encontró refugio en la literatura desde muy niña. Empezó a escribir con tan solo cinco años de edad y con apenas veinte vio publicada su primera novela. 

La crítica no siempre supo cómo clasificar su obra. Su voz, nueva y rompedora, le granjeó detractores y adeptos, pero su personalísimo estilo no dejó indiferente a nadie.  

Un viaje al universo de este referente indiscutible de las letras españolas

La exposición «Ana María Matute. Quien no inventa no vive» ofrece un exhaustivo recorrido por su vida y su obra. El trayecto está dividido cronológicamente en cuatro etapas, referidas a su infancia, juventud, madurez (que refleja a su vez la terrible depresión que arrastró durante este período) y a su renacer. 

Numerosas fotografías, objetos personales, cartas o dibujos de la autora ayudarán a profundizar en su conocimiento, y a descubrir facetas desconocidas, como la de dibujante y pintora, gracias, entre otras piezas, a las deliciosas pinturas que realizó para Olvidado Rey Gudú (1996), su novela más querida. 

Se podrán apreciar a su vez valiosos originales como la libreta escolar en la que escribió a mano Pequeño teatro, obra que presentó a los diecinueve años en la editorial Destino y supuso el inicio de su carrera literaria. La muestra exhibe asimismo para su lectura un cuento inédito de la colección de relatos Los niños tontos (1956), El ahogadito, que la censura no aprobó. 

Acercarse a su proceso creativo también será posible gracias a las páginas originales de sus obras, que muestran las correcciones y cambios que continuamente realizaba. Además, el público podrá observar de cerca sus «objetos fieles», aquellos que la acompañaron toda su vida, como su máquina de escribir. Y también será posible oír su voz en diferentes puntos diseminados por la exposición. 

«La literatura es mi vida», afirmó Ana María Matute en 2009 al depositar en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes un legado que permanecerá guardado en la antigua cámara acorazada hasta 2029.  Siguiendo esta premisa, «Ana María Matute. Quien no inventa no vive» supone todo un viaje por la geografía «matutiana»: para acercarse a ella por primera vez, para redescubrirla y, sobre todo, para no dejar nunca de volver.


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