El Instituto Cervantes examina el futuro del español y de los medios hispanos en Estados Unidos

30 de noviembre de 2017


¿Es necesario hablar español para ser considerado hispano o latino en Estados Unidos? ¿Qué importancia tienen los medios de comunicación hispanos en el país que eligió a Donald Trump como presidente hace ahora un año? ¿Cómo influyen estos medios en la difusión del español, una lengua que usan 58 millones de personas, 43 de ellos hablantes nativos? 

Son algunos de los asuntos abordados en la II Jornada de Medios de Comunicación y Cultura en español que hoy celebró el Instituto Cervantes en su sede central con la participación de ocho expertos, casi todos ellos periodistas de larga trayectoria. Organizada por el departamento de Prensa, la Jornada se cerrará el próximo lunes (18 h) con la conferencia «Los medios hispanos en la administración Trump», a cargo de Jorge Ramos, presentador de informativos de Univisión. 

Alberto Vourvoulias-Bush, profesor del Programa de Periodismo en Español de City University of New York, dijo que en EE.UU. hay «una desesperada necesidad de periodistas bilingües» que mejoren el peso y prestigio de lo hispano. Para los inmigrantes recién llegados o poco integrados, dijo, los medios en español son «el salvavidas que les ayuda a navegar por un mundo nuevo» en cuestiones tan básicas como encontrar empleo, médico o colegio para los hijos. 

Emili Prado, catedrático de Comunicación Audiovisual de la Universidad Autónoma de Barcelona, afirmó que la comunidad hispana en EE.UU. es mayoritariamente nativa, no inmigrante: dos de cada tres han nacido en Estados Unidos y hablan bien o muy bien el inglés, y su capacidad adquisitiva e integración sociocultural son cada día mayores. 

En esta línea coincidió Frances Negron-Muntaner, directora del Media and Idea Lab/Columbia University, que cree que «la comunidad hispana no existe como tal y la noción de hispano está cada día más en desuso; yo prefiero llamarla latina». Para la periodista puertorriqueña, los medios anglófonos «son un sitio para la marginación de los latinos», a quienes siguen representando con los estereotipos del jardinero y la sirvienta, mientras que ha desaparecido el tradicional latin lover (el último fue Antonio Banderas). 

Para el moderador del primer debate Ángel Badillo, investigador principal del Real Instituto Elcano, el español ya no es un hecho identitario: el 80% de los hispanos considera que no hace falta hablarlo para considerarse como tal. Y ese porcentaje va en aumento. 

El segundo debate abordó el futuro de los medios hispanos en EE. UU. Alberto Avendaño, exdirector de El Tiempo Latino/The Washington Post, considera «absolutamente patética» la cobertura que los medios en inglés hacen de la actualidad «hispanounidense». Pese a todo, el periodista gallego reiteró su optimismo: cada mes, unos cincuenta mil hispanos llegan a la mayoría de edad (muchos más que los jóvenes «anglos»), por lo que su peso demográfico y social es creciente e incuestionable. 

El cubano Armando Trull, corresponsal jefe de temas de Raza e Identidad en NPR National Public Radio, denunció el «perfil racista» de los republicanos con gran poder en la Casa Blanca y en el Legislativo estadounidense, «dispuestos a acabar con la inmigración hispana y a hacer la vida imposible a 11 millones de indocumentados». Una hostilidad, dijo, que recuerda al «genocidio cultural» que sufrieron Estados que antes pertenecieron a México. 

Gemma García, vicepresidente ejecutiva de Informativos de Telemundo, insistió en que los medios hispanos todavía están muy vinculados con la inmigración: mientras haya inmigrantes indocumentados, el papel de aquellos será esencial como servicio público y fuente de información básica. Por eso, el «efecto Trump» ha beneficiado a esos medios. 

María Luisa Azpiazu, exdirectora de Información de EFE y responsable de la agencia en Washington durante muchos años, quien moderó la segunda mesa redonda, lamentó que el español no ocupe el lugar que le corresponde por el peso demográfico hispano. «Es triste pero es real», dijo: a medida que los inmigrantes llevan más tiempo en EE. UU. «se hacen cada vez más anglos» y emplean menos el español. 


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