Discurso de Víctor García de la Concha, director del Cervantes, en la inauguración de la sede del Instituto en Cracovia
11 de junio de 2012
- El director del Instituto Cervantes ha recordado los logros del hispanismo polaco en la inauguración de la segunda sede del Cervantes en el país centroeuropeo
«Wislawa Szymborska lo ha dicho: el mundo es tan pequeño y tan grande que cabe en un apretón de manos. No otra cosa que un apretón de manos es este acto que celebra la voluntad de encuentro de dos culturas. Hay países y ciudades cuyos vínculos no resultan evidentes a primera vista. Podría pensarse que es el caso de la relación entre España y Polonia, y, en particular, entre España y la ciudad de Cracovia. Y, sin embargo, los lazos culturales, con sus sendas misteriosas y sus ríos profundos, han existido siempre.
» No es casual, por ejemplo, que en una de las obras cumbres de nuestra literatura y de la literatura universal – «La vida es sueño» – Calderón de la Barca inscriba la acción en un hipotético reino de Polonia. Pero, sin ir tan lejos, yo quisiera evocar la figura de un cracoviano, Tadeusz Peiper, figura clave de la vanguardia polaca, con quien me encontré en mis tempranos estudios del vanguardismo español. En los años de la primera guerra mundial llegaron de París a Madrid varios pintores polacos -Paszkievicz y su esposa Wanda, Wladyslaw Jahl y su mujer Lucía Auerbach, Marjan Paszkievicz y Waclaw Zawadowski- que llenaron de pinturas y dibujos las revistas de la época. Con ellos estaba Peiper, que, según documenta Gabriela Makowiecka en su reciente libro sobre Peiper y los españoles, viajó mucho por ciudades y pueblos, era asiduo en Madrid en las tertulias del Ateneo, y se hizo amigo de los principales escritores de la época, en especial de los de la Generación de 1914 y de los primeros vanguardistas.
» Dejó España en 1920 y, de camino hacia Polonia, se detuvo algún tiempo en Viena, desde donde envió varias crónicas al diario «El Sol» y donde, según decía, le robaron una maleta en la que guardaba un libro de poemas que, según él, habría revolucionado la poesía polaca. En un caso semejante a la maleta que don Antonio Machado perdió camino del penoso exilio a Francia en los últimos días de la guerra civil española, la maleta de Peiper ha dado lugar a una verdadera mitología que acaba de historiar mi amiga cracoviana Mónica Bonet (Monika Poliwka). Ella piensa que la llorada maleta contenía obras de los vanguardistas españoles y americanos a los que tradujo –Borges entre ellos- y que aquí rebrotaron en su primer libro de poemas ilustrado por Juan Gris.
» En cierto modo, lo que el Instituto Cervantes trae a Cracovia es una gran maleta de embajada cultural de España e Hispanoamérica. En ella viajan juntos Cervantes y el Inca Garcilaso; Teresa de Jesús y Sor Juana Inés de la Cruz; Rubén Darío y Antonio Machado; Gabriel García Márquez y Federico García Lorca; y también, claro, Goya y Buñuel y Neruda, Manuel de Falla y Albéniz… Porque, en definitiva, el Instituto Cervantes es la casa común de la cultura del mundo hispánico.
» Sabemos bien cuánto ha logrado en los últimos treinta años el hispanismo polaco. A cualquiera de mis colegas universitarios españoles le son familiares nombres y estudios lingüísticos y literarios del Siglo de Oro a nuestros días. Esta es, por supuesto, su casa. Una noble casa que nos entronca con la mejor tradición cracoviana. El edificio de la calle Kanonicza fue construido a comienzos del siglo XV por el archidiácono Tomasz de Dyako. A él se uniría más tarde un edificio de madera de la calle Grodzka al que en el siglo XVI el pueblo bautizó con el nombre de Zerwikaptur (Tiracapucha) y que después otro canónigo convirtió en un edificio de ladrillo y, en el siglo XVII, se fusionó con el de la calle Kanonicza. Por su nobleza dio acogida en diversas ocasiones a monarcas como Jan III Sobieski o Stanislaw August Poniatowski.
» Hoy lo visitan los Príncipes de Asturias para inaugurar esta nueva sede que viene a unirse a las setenta y seis sedes que el Instituto Cervantes tiene instaladas en cuarenta y cuatro países de todo el mundo. Su presencia es ya tradicional en ocasiones como esta, en las anuales reuniones de directores y en otras celebraciones del Instituto o de la Real Academia Española. Se une a la de Sus Majestades los Reyes, y obliga a reconocer que a la Corona se debe el impulso primero y decisivo en cuantas acciones se realizan al servicio de la unidad y difusión de la lengua española y principalmente del fortalecimiento de la acción conjunta con todos los países de Hispanoamérica.
» Gracias de todo corazón, Altezas, por vuestra ayuda y por vuestro afecto.
» Más de dieciocho millones de personas estudian en este momento español como lengua extranjera. Son gentes de toda condición, que quieren disponer de nuestro idioma como medio de comunicación internacional y, al tiempo, conocer la rica variedad de culturas de los países hispanohablantes. A ese doble objetivo sirve la acción del Instituto Cervantes. Cada día nos esforzamos en perfeccionar los métodos de enseñanza y en formar profesores altamente cualificados. Al mismo tiempo, nuestros centros completan la enseñanza comunicativa con un programa de acción cultural que establece un diálogo cultural.
» Hoy se añade un eslabón más en la cadena que promueve el entendimiento de los pueblos. Aquí estamos. En la ciudad que vio nacer a Tadeusz Kantor y en la que estudiaron Copérnico y Penderecki. Y estamos en un lugar privilegiado. Porque en los escasos 250 metros que tiene la que en español llamaríamos calle de los Canónigos podemos contemplar admirados, y como si de una miniatura se tratara, toda Cracovia: tres universidades; dos museos; dos espacios teatrales; la sede de la Asociación Polaca de Escritores; dos librerías; los espacios de ensayos de dos coros, y todo ello coronado por el Castillo Real de Wawel y, a su lado, por la catedral.
» En el lugar más significativo de este Instituto, en la planta baja, al nivel de la calle y visible para los caminantes que se aventuran por la ciudad, hemos situado la biblioteca dedicada a uno de nuestros mayores novelistas vivos: Eduardo Mendoza. Y lo hemos hecho con los célebres versos de Czeslaw Milosz en los labios:
Me imagino la tierra cuando yo ya no esté
Y no pasará nada, ninguna pérdida, seguirá el mismo espectáculo,
Los vestidos de las mujeres, un jazmín húmedo, una canción en el valle.
Pero los libros seguirán en los estantes, de buena estirpe,
Nacidos de la gente, aunque también de la luz, de las alturas.
» Lo que ofrecemos es un espacio libre, generoso y abierto a la colaboración entre dos grandes culturas: la cultura polaca y la cultura en español.
» Comenzaba mi intervención recordando unos versos de Wislawa Szymborska, cuya obra ha contribuido a difundir en todo el mundo hispánico el director de este centro: “Nuestro botín de guerra es nuestro conocimiento del mundo: /es tan grande que cabe en un apretón de manos”. Con él sellamos nuestra amistad, al tiempo que como en las viejas universidades de Europa, lanzamos a coro la voz del deseo de una fecunda vida para este centro: “Vivat, crescat, floreat”.»
-
Editor:
-
Categoría:
-
Fecha:
-
Sede:
-
Type: notas prensa